El pasado miércoles 27 de julio, los estudios cordobeses del programa Enredando las Mañanas abrieron los micrófonos para romper el silencio que rodea la realidad del abuso sexual infantil. María y Florencia forman parte del colectivo «Ni un niño más”, un espacio integrado por madres y padres de niños y niñas que asistían a un colegio privado en el centro de Córdoba, organizadxs a partir de las denuncias por abuso sexual infantil en la institución.

Una denuncia en la que se entrelazan diversas consideraciones en torno a lo que implica la mirada adulta sobre niños y niñas, la mirada del sistema judicial sobre ellxs, la educación privada y sus intereses económicos, todos elementos que hacen que algo que debería abordarse de un modo claro y responsable, se entorpezca y encuentre muchas dificultades para encontrar el cauce necesario en los tiempos requeridos. En estos días, las familias decidieron salir nuevamente a la calle para denunciar la inacción judicial en torno a estas denuncias, que ya ascienden a dieciséis y que se encuentran actualmente en manos de la Fiscalía General de la provincia.

Florencia empieza recordando lo sucedido hace ya quince meses, en mayo de 2015, cuando trascendió la primera denuncia, «desde entonces un grupo de padres -porque lamentablemente dentro de las familias hay dificultades para aceptar, quizá pensar en las situaciones en las que pueden haber estado estos menores, recordemos que son niñitos de 3, 4 y 5 años, con las particularidades que tienen para contar o no hacerlo estos nenes-, nos hemos hecho especialistas en stress postraumático de niños, porque ellos estaban amenazados, en muchos casos disociados por las situaciones tremendas que vivieron allí».

Para que la palabra de lxs niñxs pudiera emerger, tuvieron que dejar el escenario de los abusos. Recién ahí, explica Florencia, «a medida que fuimos retirándolos de la escuela, estos chicos  fuero contando lo que pasó ahí. Fue una cosa sistemática y masiva (…) todos los niños fueron expuestos a determinadas situaciones de violencia y de abuso colectivamente, más allá de que en algunas situaciones el profesor se llevaba niños a otras salas».

La primera reacción de las familias fue acercarse a la escuela, «donde no fuimos para nada bien recibidas, más bien hicieron todo lo posible para expulsarnos. Nuestra exigencia era que nos informaran y que informaran de lo que estaba pasando al resto de la comunidad educativa. El principal docente denunciado -vamos a recordar que son dos- hace nueve años que trabajaba en la escuela, quizás toda la primaria ha pasado por este profesor (…) De estos profesores, uno ha sido apartado del cargo y el otro no». En este punto, María interviene y agrega que «a medida que se fue investigando, sale a la luz el nombre del coordinador actual de música de la escuela de nivel inicial y primario, que sigue en su cargo. Puntualmente, lo grave de esto, es que los chicos mencionan que el coordinador los filmaba».

Esta información hizo que empezaran a intuir que lo sucedido en la institución escolar puede tener dimensiones y ramificaciones más complejas, «y ver -nos dice María- que hay algo mucho más profundo en este ocultamiento de la escuela, en la lentitud de la justicia… es muy sospechoso  y da mucho para pensar que de dieciséis denuncias, la fiscal solamente hace pasar a cámara gesell a dos de los niños. Este es un dato no menor, estamos hablando ya de quinces meses desde la primera denuncia, y solamente dos menores fueron escuchados en Cámara Gesell».

La investigación judicial

niunomenosniñoFlorencia explica los alcances del ocultamiento: «esta falta de celeridad de la justicia, si uno quiere verlo desde una mirada optimista, se corresponde con también maniobras de ocultamiento y de tapar el tema por parte de la institución, el ministerio [de educación] y ahora nos encontramos con que la justicia también lo hace».

La fiscal a cargo de la investigación, nos informan, es la Dra. Alicia Chirino y su instructora, la Dra. Verónica Rojo Allende. El espacio «Ni un niño más» las hace responsables cuando denuncia, entre otras cosas, que de las dieciséis presentaciones ante la justicia, solo dos niñxs han sido sometidxs a la Cámara Gesell, instancia vital para recuperar los testimonios de niñxs abusadxs, «la prueba por excelencia en este tipo de delitos», ocurridos generalmente en el marco del secreto y del abuso del poder y del afecto de lxs adultxs implicadxs.  «La prueba fundamental en el abuso sexual es el relato del menor. Si nosotros  no lo cuidamos, y cuidarlo es tomar la declaración rápidamente, ¿qué está haciendo la fiscal? ¡No está cuidando la prueba!»

La desidia de la investigación no acaba allí. Desde la fiscalía se realizó una inspección ocular recién tres meses después de la primera denuncia, cuando ya el escenario donde se habían desarrollado los hechos había sido totalmente alterado. «Los chicos mencionan que ellos eran sometidos en gran medida en una alfombra (…) La sala de música tenía puertas placa, no eran vidriadas, no había ventanas, con lo cual ya había una irregularidad. La DIPE manda a cambiar toda la escena. No estaba  la alfombra,se habían puesto vidrios a las puertas placa, se había modificado toda la escena (…) Nosotros tenemos el cuaderno de comunicaciones de nuestros hijos, donde la misma DIPE manda a decir que se va a modificar».

Romper el silencio y la impunidad

Florencia y María comparten que, luego de las denuncias, acataron el silencio exigido por la justicia amparándose en el secreto de sumario. Sin embargo, «hoy por hoy, vemos que el camino judicial no está llegando a ningún lado, queremos al menos una condena social, pero también que la justicia se haga responsable de esta cadena de irresponsabilidades que sufrieron nuestros hijos y estamos sufriendo como familias. Así que hoy volvemos, tratando de que estos profesores no estén más al frente de ningún niño, que la escuela se haga responsable de lo que pasó, porque la sistematicidad con la que pasaron esos abusos no puede haber sido pasado por alto».

La justicia debería tener en este caso, además, una función reparadora, que se posicione y dé una respuesta a estxs niñxs que fueron violentados en su integridad física, psíquica, y en sus derechos más básicos. En lugar de esto, relativiza su palabra y lxs revictimiza, profundizando su situación de vulnerabilidad y de dificultad de acceso al sistema judicial.

El relato de Florencia conmueve cuando nos dice, «los relatos de los niños son contundentes. Imagínense esos niños, tan chiquitos, había muchos que se hacían pis del miedo, entre otras cosas». María continúa, «hay chicos que demoraron meses en poder hablar, porque estaban sometidos a amenaza de muerte, el profesor les decía que si ellos hablaban de este secreto los iban a matar, que nos iban a matar a nosotros los padres, que él sabía dónde vivíamos».
También hay un importante cuestionamiento a la institución: «la puerta de la sala donde ocurría la mayor parte de los abusos está al frente de la puerta de la dirección y resulta sospechoso también esta actitud que tiene la escuela también de ocultar todo, una escuela tiene la responsabilidad legal de cuidar los niños que están a su cargo durante el horario escolar. Y aquí, no solamente que no los cuidaron, sino que después, cuando en teoría se enteran (…) no cuidan a los niños que todavía quedan ahí adentro, no informan a las familias de lo que pasó, todo el tiempo minimizan lo que ocurrió, dicen que está en manos de la justicia».

Un sistema judicial que ha demostrado no tener el compromiso necesario, afirma María cuando detalla que «las dieciséis denuncias ahora, antes de la feria, las mandó a pedir Fiscalía General, no sabemos los motivos. Sí sabemos que antes de la feria, la fiscalía había ordenado archivar una de las causas y ayer lamentablemente nos enteramos de que mandaron a archivar otra causa más. Los motivos del archivo es falta de pruebas, cuando en realidad todos los abusos están constatados por profesionales de los menores.» Por eso, explica, «les agradecemos el espacio, porque si la justicia de alguna manera tapa, la escuela tapa, el ministerio tapa, todos tapan, agradecemos muchos a los espacios como ustedes que nos habilitan la voz y hace que un poco esto pueda llegar a las familias».

A.S.I.: indicadores a tener en cuenta

María y Florencia comparten algunos de los indicadores a tener en cuenta para detectar casos de abuso. Nos explican que la actitud principal es “la escucha de los padres, el habilitar la voz del niños o sus dibujos -dibujos con caras tristes, o con la boca por ejemplo como una cruz de que ahí había un secreto, de que no se podía hablar, las partes genitales siempre ocultas o tachadas-, pero lo principal es estar atentos, escuchar. Como papás, sería ese el mensaje, sabiendo que uno de cada cuatro niños en América Latina y en Argentina también, sufre algún tipo de abuso».
«Algunos síntomas -continúa Florencia- de que los niños estaban atravesando por una situación traumática en un principio se confundieron con otras situaciones, porque son berrinches, porque tienen regresiones los niños, quizás ya controlan esfínteres y vuelven a no controlarlos, pesadillas nocturnas muy reiteradas… que uno dice bueno, es propio de la edad. Pero no, no es normal que un niño tenga todas las noches pesadillas, si un niño tiene estas regresiones, empieza a hablar como un bebé, por ejemplo, o tiene berrinches muy notables, muy fuertes (…)  También hay que decir que esos síntomas aparecen los primeros quince, veinte días de abuso. Al ser sistemático, luego van desapareciendo. De allí que cuando los niño son muy pequeños, quizás hasta se disocian, no pueden hablar de esto. Más estas amenazas a las que eran sometidos. Los chicos, cuando les preguntábamos, se enojaban, porque no querían hablar porque el profesor los había amenazado de muerte. Entonces la recomendación básica y la primera de los especialistas fue sacarlos de la escuela, porque allí mientras os abusos sucedieran iban a estar traumatizados».

María nos dice, «:en mi caso, puntualmente (…) mi hija me hacía muchas preguntas acerca de la muerte, por ahí vos decís que es parte de la evolución del chico que tenga curiosidad o ciertos temores, pero un temor muy fuerte a la muerte y preguntas muy relacionadas a qué iba a ser de ella si nosotros nos moríamos (…) Empezamos a ver que realmente ameritaba empezar a hacer una consulta con un especialista en abuso. Y este especialista nos habló de que no es tan fácil, que es largo el proceso, porque siempre el abuso se maneja en el marco del secreto y de las amenazas, entonces el menos primero tiene que superar toda esta amenaza para poder después hablar».


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