Entrevista a Patricia Gregorini, madre de Alina Sánchez, Lêgerîn Çiya, mártir de la humanidad, miembro internacionalista de las YPJ, martirizada el 17 de marzo en Rojava.

Alina nació en San Martín de Los Andes, en Neuquén, Argentina, tenía tres hermanos varones, vivió entre bosques, lagos y nieve los primeros años de su vida. A los 9, su familia se radicó en las sierras de Córdoba, primero en La Falda, “después pasó a la escuela de Villa Giardino en primer año” aclara Patricia, y agrega: “ya ahí me conocían como la mamá de Alina, y ahora me vuelven a conocer como la mamá de Alina, esa es su impronta, su huella, soy la mamá de Alina”.

Valiente, inocente, un torbellino de emociones, feliz, sonriente “como se la ve en las fotos”, así describe Patricia a Alina.

Alina no es fuego, Alina es magma

“Para mi Alina era mucha cabeza, y mucho corazón, y era tan fuerte eso en ella que yo tenía un maestro espiritual, y Alina, y Juan, su hermano, el mas chiquito, me acompañaban, y mi maestro decía: ‘Alina no es fuego, es magma’. No es casual esta pasión por el kurdistán, ella maduró su yo mental mucho antes que su parte emocional, su parte mujer. Su cabeza se la llevó puesta, y en este último viaje ella terminó como de completar la cuestión de su ser mujer, encauzar esa energía vital que la estaba llevando puesta, maduró mucho cuando estuvo en Cuba, cerró procesos en sus viajes. Su adolescencia por el contrario fue más densa, era pura energía mental sin cauce, no encontraba su lugar, su búsqueda fue parte de encauzar esa energía, de encontrar su lugar en el mundo y lo encontró”. Como dice su madre nada es casual, “Lêgerîn”, su nombre kurdo, significa búsqueda, y marcó su camino por encontrar la verdad y la luz de la humanidad.

Nunca nadie me va a dar el cariño de la forma que lo daba ella

“Alina era impactante, era muy cariñosa, yo siempre le digo a mi pareja que nunca nadie me va a dar el cariño de la forma que me lo daba ella. Alina tenía una forma de transmitir el amor, por ahí otras personas aman también, pero su forma de amar rebasaba. Incluso vas a ver fotos de ella adolescente y esta sentada arriba mio, siempre muy del cuerpo, muy de saber transmitir con el cuerpo el sentimiento”.

Ella no se valoraba en la medida que el resto la veía

Alina transcurrió sus años de secundario sin encontrar una forma de poder dar cauce a todo lo que la rodeaba, en mente y emoción. Luego entró a estudiar la carrera de Antropología en el Instituto de Culturas Aborigenes-ICA, “allí un profesor la vio y le ofreció una beca para estudiar medicina en Cuba, y parecería que no era lo mismo, pero era Medicina Social, y yo le dije anda, probá, sino te volves”, detalla Patricia, y agrega que “al final enganchó, y después me dijo ‘mami yo en realidad quería estudiar medicina, pero pensé que no me iba a dar la cabeza’, o sea ella no se valoraba en la medida en que todos los demás la veían”.

Ella necesitaba encontrar su cauce

“Cuando el amor no encuentra su cauce se transforma en violencia, y por eso Alina era tan explosiva, pero no mal, sino muy emocional, fuertemente. Por más que ella estudiaba algo no le alcanzaba, ella necesitaba más, y cuando fue a Cuba ahí encontró más, se fue completando su búsqueda, de su lugar en el mundo”, y en ese sentido la mamá de Alina procuró siempre respetar y ayudar en esa búsqueda. “Cuando fui a visitarla a Cuba ella era la que organizaba los actos, las actividades, todo en donde estaba, esa energía a full, que acá, y en cosas que no le interesaban, no tenía a donde ponerla”, así en las relatos de Patricia se refleja como Lêgerîn fue encontrando su camino.

Mártir de la humanidad, pues su causa era el mundo

Patricia sabe que, si bien a Legerin su camino la encontró finalmente apasionada por la lucha de las mujeres kurdas, ella era una luchadora de las causas del mundo: “un verano mientras estudiaba en Cuba en vez de volver a Argentina de vacaciones se fue a México, desde ahí, en unos camiones del subcomandante Marcos, se fueron en una caravana desde Chiapas hasta Panamá, para terminar en una gran marcha, porque la gente ahí estaba pasando muchas necesidades”. Después Alina volvió a Cuba a terminar la carrera de Medicina, “pero ya ahí Alina se quería ir”, recuerda su madre, reafirmando esa inquietud de andar por las causas del mundo.

Ma, mirame!

La vida, las luchas, los caminos, los encuentros y desencuentros llevaron a Legerin a su destino más preciado: las montañas del Kurdistán, donde miles de mujeres llevaban adelante una revolución, una liberación personal y social. Patricia pensó que Alina estaba en la India, un día “en los pocos días en los que nos podíamos comunicar, Alina me dice ‘ma..mirame!’” y su madre la visualizó en su mente: “la miraba en un lugar desértico, barriendo una casa donde había solo mujeres”, Legerin había llegado, estaba en Rojava, junto a las mujeres kurdas.

Alina era vital

“Me acuerdo de las travesuras de su hermano, pero no de las de Alina. Alina era alegre, era muy vital, enseguida se enganchaba en todo, siempre feliz”, y su felicidad era la libertad, por eso Patricia cree fervientemente que Alina expresó así su deseo de ser feliz, eligiendo su camino de libertad, irse, forjar su camino, sin importarle lo que pensaran los demás. Por eso Alina un día le dijo a su madre: “para mi el amor no esta en 5 personas nada mas, el amor está en miles de personas”. Patricia sabe que muchos pueden no haberlo entendido, pero para ella la libertad es su horizonte, y al respecto reflexiona: “se ve que a Alina eso le llegó fuerte, tuvo la libertad de animarse a ser quien ella quería ser”.

Alina eligió su destino: Kurdistán

Finalmente la mamá de Alina Sánchez, Legerin, rescata con honestidad sus sensaciones, sus pensamientos, y una sola y liberadora verdad: “Alina eligió ese destino, yo a veces pensaba, ¿por qué no vas a ayudar al Chaco? Hay tantos lugares donde poder ayudar también, pero si te podes abrir a ver qué le pasa al otro, yo como madre, debo respetar aunque no sea fácil, darle ese espacio de libertad, respeté desde un principio su decisión, y con el tiempo entendí su elección, ella estaba feliz. Tengo grabadas sus últimas conversaciones en el Whatsapp, ella me decía, ‘estoy feliz, esto es lo que yo quiero hacer’, se sentía súper comprometida con el pueblo kurdo y con la gente allá”.

(*) Entrevista realizada por Lucrecia Fernández para ANF

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