(por Nati Ddmm) Estos días, aun conmocionada por el fin de semana pasado y la visita de lxs familiares de los 43 estudiantes mexicanos desparecidos, anduvo dándome vueltas por el cuerpo la frase “niunamenos”, repetida hasta el hartazgo en todos los soportes imaginables.
Entró impertinente por la oreja, por los ojos. Claro, en tanta foto facebookera, tanto comentario… Por momentos se me instalaba en la garganta. La rumiaba, regurgitaba allí y pugnaba por salir. De ahí, pasaba al pecho: justito a ese lugar donde, cuando sentís un hueco, dicen que está la angustia (esa angustia por cada una que ya no está). niunamenos. No sé en qué momento la sentí en el estómago, y me dio náuseas. Debe ser cuando vi las fotos de tanto personaje nefasto y misógino con su cartel. En el momento en que me distraje, sentí que me hormigueaba en las manos… ¡tanta veces escribirla, grafitearla, estencilearla! Y de mis manos fue a pasear por la memoria. Ahí donde se encontró en el recuerdo de y con muchas otras.
Necesité tooooda una semana y encontrarme con otras para pensar en voz alta, para poner en palabras esa incomodidad, ese malestar, que hacían que -incorrección política mediante- no pudiera hacer del todo propia la convocatoria del próximo 3 de junio. Lxs cumpas de La Juana me convidaron la oportunidad de abrir ese claro en lo cotidiano y en la catarata mediática para pensar/nos juntxs, con los ojos puestos en ese miércoles tan cerquita y tan demandante de respuesta.
Como charlábamos ayer, decía. Dándole vueltas, mirando este “asunto” por todos los costados, decía… bué, de todo esto, hay una buena y una mala. 🙂
La buena es que hoy se sienten todxs obligadxs a salir con el cartelito. Se sienten obligadxs porque socialmente está instalada la exigencia, porque en la mayor parte de la sociedad -aunque no en toda-, nadie puede salir felizmente a reivindicar o justificar el femicidio. Aunque lo hagan puertas adentro, y en sus fallos judiciales, y en sus clases, y en sus misas.
Eso no es porque sí. Eso es porque muchas, muchxs, venimos desde hace años denunciando el carácter estructural, sistémico, de la violencia hacia las mujeres, de la violencia heteropatriarcal.
Porque los movimientos feminista y de mujeres venimos instalando de hace tiempo ese zumbido, ese ruidito, en forma de discurso, intervención, protesta, marcha, cartel, canción, acción, encuentro, que busca/ba desnaturalizar lo que se pretende natural, la dominación, la opresión, la violencia patriarcales y su necesaria convivencia con el capitalismo y el colonialismo. Antes, mucho más solas.
Ahora -¡qué bueno!- con muchxs más compañerxs. Como el hilo de agua de deshielo que va metiéndose por cada hendija que encuentra. Como las gotitas que, con paciencia, horadan la piedra… ¡aunque a veces lo hiciéramos a pedradas! 🙂
Por eso hoy salen rápidamente a ponerse el cartel. Porque se saben miradxs, juzgadxs. También porque les da marketing, rating, o “voting”.
Pero, ¿cómo es posible que puedan enunciar niunamenos? ¿desde qué lugar? ¿por qué ese niunamenos suena tan distinto que nuestro niunamenos?
Ahí es donde la frase empezó a hincarse adentro y a convertirse en puntada, más y más difícil. Yo no siento que pueda compartir un lugar de enunciación con esos seres (y casi que no quiero nombrarlxs por temor a olvidarme de algunx, pero vale la pena: Aníbal Fernández, Tinelli, Legrand, entre tantxs otrxs. Prueben de poner niunamenos en el buscador y van a quedar heladxs).
Ahora intento dar una explicación de mi incomodidad, probemos por acá: la sensación que tengo es que ese niunamenos, a la vez que niega la violencia extrema hacia las mujeres en la forma de femicidio -y sólo esa-, nos recupera en tanto nos ubica nuevamente en ese mismo lugar. Ya me voy enredando: esa enunciación encierra en sí de manera simultánea dos operaciones: el “no queremos más muertes de mujeres a manos de sus parejas, exparejas, etc” y, al mismo tiempo, el volver a construirnos como mujeres en ese idéntico lugar de debilidad, de subordinación, de sumisión. Como mujeres, en tanto víctimas.
mmm… sí, por ahí siento que va.
Pero también hay más. ¿Por qué pueden decirlo esos personajes que tantas veces hemos denunciado por su violencia de todo tipo hacia las mujeres, esxs personajes a lxs que nos hemos cansado de escrachar de todos los modos posibles?
Porque se busca mostrar al femicidio sólo como un hecho extra-ordinario, excepcional. Como un “exceso” -si habremos aprendido que no hay excesos, en nuestra historia, ¿no? Porque discursivamente se lo disocia, se lo arranca, de la matriz disciplinadora del heteropatriarcado. Porque se muestra el punto y se oculta la trama, naturalizada, invisibilizada, de las prácticas cotidianas de la violencia. Esas prácticas y discursos que socialmente nos construyen como mujeres en el lugar de la subordinación.
¡Ups! volvimos. Entonces, ese niunamenos que enuncian los machos patriarcales, cumple esa función. Claramente, no es nuestro niunamenos.
Es un niunamenos que al hablar, calla. Al mostrar, oculta. Y se me vino de golpe el pasamontañas zapatista, que para mostrar, ocultaba. Justo al revés.
Mostremos, entonces. Mostremos que ese niunamenos, calla que muchas de las mujeres asesinadas en manos de sus parejas, ex-parejas, maridos, ex-maridos, etc, lo son en el momento en el que dijeron basta, en el que se fueron, en el que se separaron, en el que dijeron a mí no me ponés una mano más encima. En el momento en que más libres quisieron ser, en que ejercieron su autonomía, en el que -ojalá- abrazadas con otras, decidieron que esa no era la vida que querían. Claro que el patriarcado actuó –y de la forma más brutal. Tuvo sus razones. ¿Queda alguna duda de la función disciplinadora del femicidio? Ya no para ellas, sin dudas. Para todas nosotras, tal vez para sus hijas, para sus hermanas, para que entendamos. Para que aprendamos. Pero qué suerte que fuimos, somos y seguiremos siendo desobedientes.
Mostremos también, que muchas de ellas, cuando intentaron poner un freno a la violencia machista, fueron abandonadas y expuestas por un estado que supuestamente debió protegerlas, y cuyos funcionarios publican alegremente su foto con el repetido cartel.
Mostremos, y no nos olvidemos, que ese niunamenos, tampoco nos incluye empoderadas en el momento de ejercer la libertad de interrumpir un embarazo, de abortar. En esa cuenta no entra el niunamenos. Esas mujeres salen del lugar de víctimas y toman control sobre su cuerpo, a veces inmersas en una cadena de violencias. La libertad de ellas no cabe en el niunamenos de lxs funcionarixs.
Entonces recuperemos nosotras, nosotrxs, lxs de abajo, el niunamenos. Llenémoslo de contenido y volquémoslo a la vida cotidiana.
Para ayudarnos con eso, por suerte, la tenemos siempre a nuestra hermosa Claudia. Van un fragmento de sus palabras, aunque recomiendo leerlas todas:
“…Ni una menos, decimos. Ni una menos, digo. Porque la violencia machista tiene que ser enfrentada de una vez con toda decisión. Porque si pudimos resistir a dictaduras crueles, tenemos que poder enfrentar estos modos de torturar y asesinar que tienen a la vida cotidiana como territorio de terror.
Ni una menos, decimos. Ni una menos, digo. Por todas las mujeres que sufren golpes que no se sabe cuánto duelen y hasta dónde llegan. Por todas las adolescentes y mujeres prostituidas no por elección libre sino por la brutal violencia que resulta de la mezcla explosiva de la pobreza y el poder patriarcal. Por todas las jóvenes que hoy salen a la calle con miedo. Por las mujeres que no se animan a alejarse de sus agresores, porque no tienen modos de sostener a sus hijos e hijas, que crecen entre golpes gritos y llantos como realidad que se multiplicará en sus vidas. Por nuestros cuerpos disciplinados brutalmente, según el deseo de los machos que hacen leyes, dan misa, juzgan y condenan. Por nuestros cuerpos expropiados por el Estado hétero patriarcal, colonial, capitalista, y su Congreso, sus Tribunales, sus cárceles, sus fuerzas represivas, sus poderes ejecutivos.
Ni una menos, decimos. Ni una menos, digo. Porque me espanta la naturalización del dolor en formas de acción colectiva que al tiempo que visibilizan los crímenes, amortizan o canalizan la rabia. Propongo entonces que busquemos que nuestras marchas, nuestras movilizaciones contra los feminicidios produzcan hechos y gestos nuevos, un despliegue de toda nuestra creatividad, nuevas organizaciones y encuentros. Que atravesemos los corralitos de las desconfianzas y de los muchos sectarismos, para hacer del “si tocan a una nos tocan a todas” algo más que una consigna. Que sea una amenaza para quien levante su mano o su voz o su gesto contra cualquiera de nosotras. Redes de mujeres indignadas, intolerantes ante el machismo, organizadas, alertas. Haciendo de las buenas teorías mejores prácticas. Autodefensa feminista. Acción colectiva. Lo personal politizado en clave de mujer, en clave de lesbiana, de trans, de trava. La rabia como escudo. La recuperación de las calles, las plazas, las camas para el deseo y la felicidad. A derrotar el miedo. A ganarle al dolor. Aprendiendo de una vez, que “¡Juntas somos poderosas!”. ¡Aprendiendo a volar!”
Por eso sumo: Ante cualquier agresión… ¡autodefensa y organización!!!
¡No nos victimicemos! ¡Respondamos!!!!
Basta de lavadas de cara y de manos de funcionarixs, políticxs, que justifican y refuerzan la violencia contra las mujeres!! ¡Sabemos quiénes son!
#NiUnaMenos
Gracias a La Juana Agrupacion Estudiantil por la invitación a pensar con ellxs, a Moni, Vicky, Nadia, Sandra, Mafita, José, Faq por la pre-lectura (no me resultó fácil escribir sobre esto) smile emoticon A Claudia por prestarme sus palabras (siempre)