Hay un maestro que no quiso ser Sarmiento. Que se sentó con un mate a compartir enseñanzas con estudiantes indígenas, pobres, hijos de trabajadores. Con los pibes y pibas que habitan el subsuelo de este mundo. Un maestro que no se propuso blanquearlos, ni cultural ni políticamente. Que no se propuso enseñarle la fantasía de una igualdad republicana, que estalla en cada una de sus vidas destrozadas por el capital y por el racismo.

Hay un maestro que se sentó a charlar de vos a vos con los olvidados y olvidadas, y les enseñó la lección de la lucha social para reinventar el mundo. Un maestro albañil, que pensó la educación como construcción colectiva. Ladrillo a ladrillo se conoce. Ladrillo a ladrillo la palabra nos va haciendo humanas y humanos. Ladrillo a ladrillo levantamos los sueños. Y los sueños que levantamos como laburantes, los defendemos con nuestra lucha, tan colectiva como la construcción.

Hay un maestro que salió a cortar las rutas. Un maestro que fue volteado en la ruta por un escopetazo. Un maestro que salió a luchar por la educación. Un maestro que no se conformó con enseñar en el aula, y supo enseñar en la lucha, a cielo abierto. Un maestro querido por los estudiantes y por sus compañeras y compañeros educadorxs. Querido por compa. Querido por ser buen tipo. Querido por su integridad, por su coherencia, por su ejemplo.

Hay un maestro  que no quiso ser Sarmiento. No lo quiso y no lo fue. Fue y es Fuentealba. Es el tipo que Poblete asesinó, pero que no pudo con su ejemplo. Es el tipo que Sobisch mandó fusilar, pero que no pudo con la multiplicación de su vida, que ahora exige justicia, que exige que se termine con la impunidad. La lección del día que nos da Carlos, es seguir saliendo a la calle. Para que Sobisch, el gobernador asesino, vaya a la cárcel. Para que Poblete, el que hizo el disparo, no siga rajando de su prisión domiciliaria, con paseos por la ciudad.

Hay un maestro que no es Sarmiento. Que es sindicalista, y que no es un burócrata oportunista. Es un trabajador, un laburante, que lucha por su clase y por el socialismo. No es un Moyano. No es tampoco un Yasky.  (No es de los dirigentes de CTERA que miraron para otro lado cuando los y las docentes se movilizaban autoconvocados desde el norte al sur del país). Es de los que estaban en la calle, en la ruta, y en las escuelas invitando a soñar, y a luchar -que es el modo más coherente de soñar-. A poner ladrillo sobre ladrillo en la tarea de conocer, y a lanzar los ladrillos como piedras, si la yuta nos quiere demoler los sueños.

El maestro obrero, socialista, sindicalista, piquetero. El Fuentealba que no es sarmiento, que es semilla y raíz. El tipo del mate y la sonrisa. El que sigue marchando con nosotras, con nosotros. El que quedó en la ruta. El que se sembró en nuestro corazón. El Fuentealba presente, ahora… y siempre!

Claudia Korol / 4 de abril / 2015