A pocos días de la audiencia por el amparo ambiental por la ilegalidad y contaminación de Porta Hnos., y la inacción de la Secretaría de Energía y Minería de Nación, recorrimos barrio San Antonio, y frente a la planta escuchamos los relatos de las vecinas que denuncian desde hace 5 años la emergencia sanitaria. En un micro documental radiofónico, compartimos para el Enredando las mañanas algunas de sus historias, producido en el marco de las cobertura colaborativa que comunicadores y medios alternativos y populares llevamos adelante desde la ciudad de Córdoba.

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En la ciudad de Córdoba existe una Planta de bioetanol a sólo 6 kilómetros del centro, que vecinxs y organizaciones denuncian que es la única en el mundo que se encuentra en medio de una ciudad.

Es la planta de Porta Hermanos una empresa familiar de capital cordobés, conocida por sus productos de consumo masivo como Fernet 1882, vinagres Casalta, vodka Nikov, ron Jamaica y alcohol Bioalcohol, entre otros. Se instaló en 1995 en barrio San Antonio tras tener que erradicarse del centro de la ciudad por una explosión. Allí continuó con la fabricación de licores y fraccionamiento de alcohol de uso medicinal, a lo que fue sumando vinagres y otras bebidas alcohólicas. Pero es desde 2012 que produce 100 mil litros diarios de etanol a base de maíz transgénico fermentado, actividad para la cual no esta habilitada, por lo cual: funciona de manera ilegal.

Rosa Acuña relata que vive hace 50 años en barrio San Antonio, pero desde que Porta Hnos. empezó a producir perdió el “derecho a tener una vida tranquila”. Para Rosa el comienzo de esta lucha contra el “monstruo” como le llaman tiene día y hora: “un día nos despertó una fuerte explosión. Es como si un avión aterrizara arriba de mi casa. No solo yo lo sentí, todo el barrio. Salimos a la calle desesperados para ver qué pasaba. Todos miramos a la empresa Porta que era una alcoholera. Fuimos a pedir explicaciones ese día en la empresa, qué era lo que estaba pasando. Donde nos recibieron y nos dijeron que nos quedáramos tranquilos, que estaban probando unas válvulas, que no pasaba nada”.

Pero lxs vecinxs no se quedaron tranquilxs, y comenzaron a organizarse, y aprender. “Así nos empezamos a reunir con los vecinos. Empezamos a investigar, a ver. Reunión en un casa, en otra. Fuimos a la Municipalidad. Que lo primero que nosotros pensamos es que la municipalidad nos podía ayudar al saber que esta empresa estaba emanando gases al aire. Las explosiones. Hace 100 mil litros de alcohol diarios. No sabíamos que era una planta de bioetanol. Ellos jamás, jamás consultaron a los vecinos”.

 

El amparo ambiental que tendrá a Porta Hermanos dando explicaciones en la Justicia Federal es porque no tramitó su habilitación ante el Ministerio de Energía y Minería de Nación, siendo que es el órgano administrativo competente. Pero a esto se le suman otras irregularidades: no presentó la Evaluación de Impacto Ambiental en la Secretaría de Ambiente de la provincia y no se realizó una Audiencia Pública como prevé la Ley General del Ambiente sobre la participación ciudadana.

 

Las palabras de Rosa nos enseñan dos cosas: el rápido impacto en salud en el mismo año en que empezó la producción de etanol, y la importancia de no creer que es un problema individual. Rosa recuerda que “Más o menos abril, marzo de 2012 comenzaron a producir ellos. Y después hablando con los vecinos: todos teníamos los mismos síntomas. A uno le ardían los ojos, otro tenía dolor de cabeza, picazón en el cuerpo. Eran los primeros síntomas que se sintió en los cuerpos de uno. Y empezamos a hablar con uno de más allá, la otra cuadra. Al final todos estamos enfermos”.

Rosa también nos cuenta cómo las enfermedades que trajo la producción de etanol en el barrio desató otros problemas con inscripciones afectivas, laborales y económicas: “Mi nieto nació a fin del 2012: se tuvo que ir por prescripción médica. Vivía internado permanentemente, pobrecito. Se ponía bien en la clínica, volvía a casa y volvía con el mismo problema. Tenía 7 medicaciones. Le digo a mi nuera: por qué no le decís al médico lo que está pasando en el barrio. Y el médico le dijo: mandate a mudar del barrio. Se tuvieron que ir. A mi me afecto tanto: era mi primer nieto, era una felicidad. Tuvieron que abandonar la casa acá en el barrio, que habían puesto una prefabricada. Lo perjudico laboralmente porque laburaba de Porta más adelante, económicamente se endeudó con la casa, y emocionalmente a toda la familia. A toda la familia nos afectó muy mucho”, continúa Rosa.

Otro de los puntos que marcan especialistas y vecinxs es el impacto en las generaciones futuras a través de los recurrentes abortos espontáneos y las malformaciones congénitas. Nos relata Rosa que “había un chico, Nacho que nació sin diafragma. Una locura. Sabiendo que en la Bio4 [la planta de Porta Hnos en Río Cuarto] nació un bebé sin diafragma y murió en el acto. A este bebé gracias a dios lo tenemos vivo. Pero hoy en día hay muchos que fallecieron”.

Mirta Caon, “la Gringa”, vive en barrio San Antonio hace 30 años, y afirma que lo ama y lo va a defender: “quiero el barrio que teníamos antes, el barrio antes de Porta. Me gustaría que esto volviera a ser como antes para que se vuelvan todos los vecinos que se han ido por las enfermedades. Que vuelva mi hija al barrio porque no pudo seguir adelante en su casa que estaba arriba de la mía. Porque ella tiene cáncer de piel, porque mis nietos también se contagiaron de esta porquería”.

Mirta, como todxs lxs vecinxs de barrio San Antonio tienen muy en claro el valor del trabajo, pero no desde los discursos vaciados de la cultura del trabajo, sino desde quienes saben que es lo único que tienen para el sustento de sus familias. Pero también sabe, que el cese de la producción es una urgencia. “Queremos paz, queremos que la planta se vaya, queremos que se erradique. Queremos que no echen a ningún empleado porque la fuente laboral es muy importante. Pero la planta se tiene que ir. Es la única que esta acá metida dentro de un barrio, la única fábrica en el mundo. Queremos que vuelva la gente, no nos queremos quedar solos la gente más grande. Queremos que nuestra juventud pueda seguir viviendo aquí”.

La planta de bioetanol de Porta produce enfermedades y muertes. Generó que se disparen los casos de cáncer, enfermedades respiratorias, oculares, dérmicas y abortos espontáneos. Los dos estudios sanitarios de la Red Universitaria de Ambiente y Salud, realizados en 2013 y 2016 demostraron la rápida proliferación de enfermedades. Y el último informe encontró que: el 53% de la población padece trastornos respiratorios, el 31% conjuntivitis, el 27% cefaleas, el 23%  enfermedades en la piel, el 22% enfermedades en el sistema digestivo. Siendo en los totales: los niños y niñas quienes más están afectados. Y el dato más alarmante es que en el último año el 28% de los nacidos tiene malformaciones congénitas.

Mariel Castagvno se mudó al barrio en 2008, “buscando tranquilidad”. Pero hoy vive en alerta y bajo el fantasma permanente de que alguien de su familia sea el próximo en contraer una enfermedad grave. Por eso, con su esposo y sus tres hijos menores de edad son vecinxs amparistas. Mariel nos relata cómo vive siendo vecina de Porta Hnos.: “Hay un olor insoportable y nauseabundo que no te permite estar en la vereda, tomar un mate en el patio o comer un asado en el patio. No podemos hacer nada que sea a puertas abiertas, a puertas afuera. Estamos encerrados por el ruido, el olor. Porque, además, todo el tiempo la planta se está ampliando. Entonces todo el tiempo hay ruido a máquinas. Además del ruido de la producción que es constante. No tenemos más tranquilidad porque tenemos miedo que explote. Porque esta planta esta ilegal, no esta controlada. Hay explosiones, humo negro. Cada tanto pasa eso y salimos todos los vecinos a la calle, y lo primero que uno hace como ciudadano de la ciudad de Córdoba es llamar a los bomberos. Los bomberos no pueden entrar a la planta. Entonces uno esta inseguro e intranquilo por donde lo mires. Y también la intranquilidad que produce que se nos van enfermando y muriendo vecinos todo alrededor de nuestra casas. Yo vivo a una cuadra y media, 150 metros en diagonal a Porta, y se han muerto tres vecinos de páncreas y uno de cáncer de colon. Tengo los cáncer más graves alrededor de mi casa. No quiero que le pase nada a mis hijos. No quiero tener que irme. No sería justo”.

Estudios demostraron lo que primero manifestaron los cuerpos de lxs vecinxs: que el aire del barrio esta contaminado con residuos peligrosos. Formaldehidos, tolueno y xilenos se encuentran en el aire de la zona 1000 veces por encima de lo permitido. Estos compuestos son cancerígenos y altamente inflamables, condiciones que propician el aumento en la tasa de enfermedades y el constante peligro de explosión.

Silvia Cruz, una de las vecinas de San Antonio que tocó todas las puertas posibles en busca de ayuda comparte que su “deseo enorme es que nuestro barrio vuelva a ser el que era. Porque Porta nos quitó la

alegría de vivir. Por tantos niños que se fueron, por tantos vecinos que se fueron”.

El próximo  7 de agosto convocan a acompañarlxs a la audiencia que Silvia define que es: “por la vida de mis hijos y por las vidas de mis vecinos”. El próximo lunes tendrán lo que les negaron estos 5 años: la oportunidad de dar testimonio y ser escuchadxs por la Justicia.  Luego de años de reclamos desoídos por el Gobierno Municipal a cargo de Ramón Mestre, y del Provincial repartido entre José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti,  y una denuncia cajoneada por la Justicia provincial cuando el Fiscal José Mana archivó la causa contra la planta de Porta. Lxs vecinxs exigen la erradicación de la planta sin que se pierda ningún puesto de trabajo, la remediación del ambiente, y la reparación para los y las afectados por la contaminación.