anahi-617x450Anahi Benitez tenía 16 años. Las fotos que se difundieron luego del hallazgo de su cuerpo sin vida, nos muestran a una adolescente como podrían ser muchas otras. Pero Anahí es hoy una de las mujeres, jóvenes y niñas que nos faltan como consecuencia de la violencia machista, los femicidios y la indiferencia y desidia del Estado. Además del inmenso dolor e indignación que nos invaden ante su brutal asesinato, en los últimos días también hemos dolido al ver cómo los medios de comunicación hegemónicos han hecho de su muerte un show mediático, y de su vida, casi una justificación de lo ocurrido. Desde el Enredando las Mañanas nos comunicamos con Claudia Korol, integrante del equipo de educación popular Pañuelos en Rebeldía y comunicadora feminista, para pensar juntxs acerca de los mensajes que estos medios emiten en torno a la violencia hacia las mujeres y, como decía la entrevistada en el aire,compartir la indignación, el dolor, la rabia que provocan un nuevo femicidio”.

 

El análisis del comportamiento de los medios es complejo, pero en primer lugar, Claudia comparte que se puede observar un “tratamiento que tiende, por un lado, a naturalizar, a que nos acostumbremos a estos crímenes; y (…) a victimizar a las asesinadas, a las víctimas una vez más, buscar en qué podrían haber favorecido o no esta situación, qué problemas tenían, exponerlas y exhibirlas por datos policiales. La verdad es que es algo horrendo”.

Sin embargo, simultáneamente, la exposición que se hace de los femicidios siempre oculta, explica la comunicadora, “la utilización de la violencia patriarcal como la forma con que se construyó históricamente el sistema patriarcal, con la que se construyó estructuralmente este sistema de imposición de la dominación de los varones sobres los cuerpos, las vidas, las libertad de las mujeres y de las disidencias sexuales”. Y en este ocultamiento, continúa, “invisibiliza también las complicidades con las que se genera donde obviamente los medios de comunicación de masas son unos de los que participan de esa complicidad, pero también los tribunales, las fuerzas represivas. Hay una larga lista de instituciones del Estado y también por fuera del estado,de la sociedad civil, que son parte de la cultura patriarcal”.

Siguiendo este razonamiento, cuando se refiere a un femicidio, la noticia en general no se construye visibilizando a los autores de la violencia y a sus cómplices, sino culpabilizando a la víctima. Por otro lado, tampoco se mencionan los procesos que el movimiento de mujeres viene dándose en relación a la violencia de género y su tratamiento mediático. Una de las preguntas a hacerse desde los medios que hacen comunicación desde posiciones feministas, es cómo denunciar estas violencias sin alimentar el mensaje de miedo, terror y naturalización de los medios tradicionales. Para Claudia, todavía estamos “buscando los caminos”. Pero una cosa es clara, “mucho del mensaje de revictimización de quienes sufren estas situaciones de violencia se construyen sobre la base del morbo. Se trata de tocar desde los grandes medios de comunicación la parte morbosa de los cómo, qué pasó exactamente, o inventar alguna historia, y eso también merece una recepción desde quienes escuchan a los medios, rechazar ese tipo de comunicación patriarcal que estimula estos aspectos tan horribles de nuestra propia subjetividad”.

Pero la mirada de la comunicadora se entremezcla con la educadora popular, y rescata el rol esencial que deben ocupar las escuelas con el desarrollo de la Educación Sexual Integral y los movimientos sociales. “Tenemos -explica- una herramienta como la Educación Sexual Integral que no se utiliza en las escuelas, en las universidades, y que necesitamos que se potencie, que se desarrolle, problematizando estas situaciones. Pero necesitamos también que el movimiento social, el movimiento popular, ponga en discusión estos temas, los debata y construya alianzas con el feminismo”.

El papel del feminismo es ineludible a la hora de pensar en la respuesta a las violencias, y Korol comparte que desde los feminismos, y en particular desde los feminismos populares, se están haciendo enormes esfuerzos “para organizarnos, para responder a estas violencias, para acompañar a las víctimas y a sus familiares, para que las pibas adquieran elementos de autodefensa feminista, es decir, que no sea el miedo lo que se instale en nuestra subjetividad, sino la capacidad de organizarnos colectivamente. Yo creo que acá hay una tensión entre el miedo que nos lleva a aislarnos e incluso muchas de las políticas públicas que tienen como único elemento el refugio, el aislamiento, mini-cárceles (…) donde nos vamos a ir encerrando porque no nos animamos a salir a las calles; o recuperar las calles colectivamente, masivamente, como desde el Ni Una Menos y desde otras formas de organización lo hemos venido realizando. No perder las calles creo que es una cuestión fundamental, pero no sólo en las grandes movilizaciones. También en los movimientos cotidianos que vamos haciendo. Hoy como nunca es necesaria la acción colectiva, hasta para poder caminar por las calles”.

Finalmente, afirma, la respuesta debe ser clara. Aunque ellos intentan “hacernos sentir que no podemos más, sentirnos derrotadas, a las mujeres, a las feministas, nuestra respuesta tiene que ser lo contrario: nosotras estamos avanzando, y por eso nos están golpeando. La revolución feminista es necesaria y la estamos haciendo. Y a no perder la alegría”.