Para Lucía Gorricho, docente marplatense, una situación cotidiana en el aula desencadenó un profunda reflexión en torno al sistema educativo y el trabajo infantil que recorrió el mundo y que plasmó en el libro recientemente editado “Frutillas”. Desde Enredando las Mañanas en Zumba la Turba hablamos con la autora.
El título completo del libro es “Frutillas. Un libro sobre educación y trabajo” y su autora es profesora de geografía, feminista, educadora popular y radialista. Un cóctel que, en sus propias palabras, posibilitó que una situación áulica se convirtiera en una herramienta de reflexión y crítica que Lucía desea compartir con muchxs otrxs.
En el Enredando las Mañanas Lucía recuerda el momento en que comenzó a gestarse este proyecto, cuando en abril de 2016 tomó una evaluación de geografía que recuperó en “un relato simple, genuino, de una estudiante boliviana que trabajaba en un campo de frutillas que me decía que no sabía, pero indagando sobre sus saberes previos, descubrimos que sabía un montón, que cuenta con lujo de detalles las características de un emprendimiento súper agresivo con el medio ambiente y con la mano de obra y además hace una descripción muy linda de un país hermano como es Bolivia, que está también estigmatizado (…) A partir de ahí, le pedí permiso para subirlo a internet, a mi blog. Y desde el facebook de mi hermano se viralizó”.
Este hecho, que Lucía describe como una situación cotidiana de la vida docente, trascendió a niveles impredecibles: “Fue impresionante la cantidad de compartidas, me gusta y todo lo que movilizó en los comentarios que hacía la gente y entonces lo hicieron noticia los medios de Mar del Plata primero, después medios nacionales y después medios internacionales”. Para la docente, su tarea fue “defender el relato en los medios de comunicación hasta el final, a cualquier pregunta que tenía que ver con el sistema educativo yo la podía responder porque además lo conozco, pero también conozco experiencias de educación popular por haber tenido un recorrido político por fuera. Entonces el libro surgió como una necesidad de sistematizar todo lo que era mi opinión acerca de porqué se había viralizado, qué es lo que había pasado y contarles más detalles a los compañeros y compañeras a quienes les interesa desde un enfoque más revolucionario, de la necesidad que tenemos de cambiar el sistema educativo y generar otro diferente”.
El modelo educativo ha llegado a un límite ético
Lucía comparte que a partir de la difusión del relato le llegaron mensajes de 25 países, entre los que se encuentran China, Vietnam, España, Italia, entre otros. Todos coincidían en dos cosas: la crisis del sistema educativo y la existencia de niños, niñas y adolescentes que “están trabajando en situaciones muy complicadas”. Para la docente, esto es indicio de que el problema, lejos de ser local, es global, y se refiere a que seguimos sosteniendo “un modelo que a mi criterio -explica- llegó a un límite ético. No podemos seguir enseñando como estamos enseñando (…) Entonces lo que hago en el libro es compartir estrategias didácticas para, mientras tanto, generar en el aula alternativas sin perder el trabajo de producción de saberes. O sea, más allá de los saberes prescriptivos que hay que enseñar, también, usando esos contenidos, podemos generar nuevas formas de pensar, de relacionarnos, y eso es lo que comparto”.
Además de las estrategias didácticas, en el libro recupera aportes de autores que reconoce como claves en la construcción de esa mirada crítica: Paulo Freire, Jacques Ranciere e Ivan Illich.
Una de las ideas centrales que rescata del pedagogo francés Ranciere es el concepto de la igualdad. “Cuando me preguntaron porqué funcionaba -analiza- es porque a Gabriela yo la traté como a una igual, desde el principio hasta el final, más allá de mi condición etaria o de mi condición socioeconómica, somos personas y siempre lo tuve claro (…) Eso es totalmente diferente al método socrático en donde el docente está por encima del grupo estudiantil siempre”.
Del austríaco Ivan Illich toma la idea de que “la escuela no enseña contenidos, sino que lo que enseña son normas de control social”, y propone que lxs docentes no continúen “reproduciendo ese rol policíaco que tenemos muchos docentes, porque no nos queda otra, porque nuestro trabajo es ‘sacate la gorra’, ‘sentate’, ‘acomodate’, ‘callate’. Tratar de no ser cómplices de eso, lograr que el silencio llegue por mutuo acuerdo, o voluntad, o necesidad de querer trabajar porque es muy lindo aprovechar el momento del aula para hacer una radio por ejemplo, podemos hacer una radio de geografía y salen producciones alucinantes”.
Mientras rumiaba lecturas y reflexiones, Lucía cuenta que fue aplicando muchas de las cosas nuevas y hoy afirma convencida “que hay un método y además creo que puedo transmitir la esperanza que se necesita, es como que yo soy una esperanzada de que somos un montón de educadores y educadoras populares adentro y afuera de las escuelas, que estamos ya experimentando con causa, con mucho conocimiento de causa, de lo que tenemos que hacer”.
Un libro violeta
Para Lucía, “Frutillas” es un libro violeta feminista, “porque está escrito en primera persona y eso es fundamental. No hablo por todos los docentes, ni por todas las docentes, hablo por mí, mi experiencia, mi recorrido y mi deseo de escribir. Yo creo que el feminismo es eso, conectar con nuestro deseo, con nuestras ganas de ser (…) Entonces, todo lo que yo vengo promoviendo para las demás, me parece importante hacerlo en mí, es como hacernos cargo de que somos ejemplo también. Yo no tuve docentes feministas, por ejemplo, y ahora las hay. Eso me parece que es importante, porque las chicas nos están mirando a ver cómo llevamos el trabajo adelante, cómo nos relacionamos con nuestros compañeros y compañeras, cómo abordamos los contenidos. Tenemos una responsabilidad importante y creo que eso nos da el feminismo, hablar por una, desde nuestra experiencia y buscar constantemente la articulación y la confianza en las otras. Saber que no estamos solas. Todo el libro lo escribí sabiendo que no estaba sola. Las siento a ustedes, las siento todo el tiempo, esa red de contención”.
Estas redes fueron también las que posibilitaron que el libro pudiera convertirse en papel ya que los primeros 500 ejemplares fueron impresos de manera independiente mediante el sistema de financiamiento colectivo, con venta previa y se distribuye también artesanalmente. Hoy ya están prontos a salir al mundo otros 500.
Un libro semilla
Para finalizar, Lucía se define junto a su trabajo: “Frutillas no es un libro para la academia, obviamente se podría escribir diez mil veces mejor. No soy una escritora, soy una docente que escribe. Pero lo importante es el contenido, que creo que puede servir como semillas, como brotes, para que podamos seguir trabajando”.