Nunca pudieron entender a Norma Pla, para ellos era la loca, la puntera e incluso tentaron quebrarla con prebendas, cargos, pero como no lo consiguieron, le abrieron causas judiciales, la encarcelaron, la golpearon. Otros le pidieron que tuviera concepciones ideológicas determinadas, que creara una organización de jubilados, pero ella era una mujer del pueblo que en el hacer fue aprendiendo. Representó la forma más genuina de la lucha popular, ensayó creativas formas de resistencia que los pueblos conservan en su acervo cultural. Era una mujer callada que se transformaba cuando le hablaba a la multitud.

Por Patricia Rodriguez para ANRed

Corría la década de los noventa y la dupla Menen- Cavallo no dudó en congelar las jubilaciones en $150 mensuales, entre otras medidas que abrían ampliamente las puertas a un neoliberalismo que producía multimillonarias ganancias para los grandes capitales que luego fugaban al exterior a fuerza de generar exclusión social, pobreza, desocupación y erosión de los sistemas de protección social . Tampoco dudaron en privatizar los servicios públicos, con la libertad de dejarlos indexar las tarifas a la evolución del índice del precio de EE.UU. de manera que las empresas no perdieran rentabilidad. Sin embargo, las respuestas desde los sectores populares se tradujo en intensas huelgas durante los años 1989 y 1990, que luego decaen, hasta reaparecer con mayor fortaleza años después. A pesar de todo, las tradiciones de lucha permanecieron presentes en la cultura popular durante los 90´ tal vez fragmentadas, aisladas pero que sembraron presencia para la reaparición del nuevo sujeto social de los movimientos sociales, protagonista de grandes cambios.

En ese contexto se inscribe Norma Pla, cara visible de la resistencia de los jubilados durante la década de los 90´. Norma Beatríz Guimil cuyo padre era guarda del tranvía 22 y su madre, empleada doméstica de la familia Martínez de Hoz, abandonó la escuela en 2do grado y con 13 años arrancó trabajando en una fábrica. Con cuatro hijos y más de una docena de nietos, vivía en una modesta vivienda en el barrio San José de la localidad de Temperley. Su esposo, obrero gráfico, despedido en 1982 porqué la fábrica “quebró”, no volvió a encontrar “trabajo en blanco” e hizo lo que pudo. Unos años después falleció. Norma Pla vivía de una pensión que no alcanzaba, por eso los dos hijos mayores ayudaban como podían, mientras intentaban mantener su pequeño taller cuentapropista al compás de una apertura al mundo que los aniquilaba.

Una luchadora que se apoderó de las calles

En 1991 salió a la calle por primera vez para pedir un aumento en la jubilación y participó de manera ininterrumpida de las primeras cien marchas que los jubilados y pensionados protagonizaron cada miércoles durante cinco años frente al Congreso de la Nación, solicitando una jubilación mínima de 450 pesos.

Luego se hizo conocida tras acampar durante 80 días junto a otros jubilados en la Plaza Lavalle, frente al Palacio de Tribunales, en reclamo de un aumento de las jubilaciones, inaugurando formas de protesta inéditas para la época como los cacerolazos, la marcha de antorchas, los escraches a diputados.

Se juntaban en la puerta de la confitería El Molino desde donde organizaban movilizaciones a la CGT, al Congreso, al Concejo Deliberante, al Banco Hipotecario Nacional, a la DGI y al Ministerio de Economía donde Norma saltaba vallas y trepaba las puertas. Realizó huelgas de hambre, pese a su salud endeble, convocatorias populares

Hacia las formas de visibilización de la protesta

Las “Choriceadas” como forma de protesta llamaron la atención de los medios de comunicación, como la realizada frente a la embajada de Gran Bretaña, repudiando la llegada del príncipe Andrés en memoria de los caídos en Malvinas. Esto provocó que la llevaran detenida, a lo que ella contestó: “Siempre estoy detenida, pero no por ladrona ni por corrupta, sino por decirle la verdad a estos señores que nos están apaleando constantemente, pero la vamos a seguir. Somos más pueblo que milicos, que no se olviden de eso”.

También se manifestó con “sus jubilados” frente a la casa de Domingo Cavallo, plena Avenida Libertador, donde organizó choripaneadas más de una vez e incluso, envió una corona mortuoria a su domicilio, amenazándolo con instalarse, frente a su vivienda con una carpa.

Reiteradas veces tomó las instalaciones del PAMI en momentos en que los interventores eran reemplazados con frecuencia por sus cuestionadas gestiones, como las denuncias de corrupción, los servicios ineficientes y los recortes farmacéuticos. Solicitaban que el PAMI, obra social de los jubilados, fuera conducido por sus propios beneficiarios.
Entre sus manifestaciones públicas una de las que más notoria fue cuando en el Mercado de Abasto se subió al escenario y le dijo al ex-secretario de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, “que le dijera al mundo que estaban cagados de hambre”.

Un 5 de junio de 1991, Norma Pla, junto a otros jubilados decidieron ingresar al Congreso de la Nación, donde Cavallo rendía explicaciones en una comisión parlamentaria. Se reunieron en un cuarto y frente a las cámaras de televisión quedó inmortalizado el momento cuando Cavallo lloró, al recordar que él también tenía padres jubilados que padecían por la escasa remuneración. Norma Pla, mujer sensible le dijo: ¨ No llore señor ministro, no llore. Tenga fuerza para defender lo suyo. Usted tiene madre…pero seguro que no está en la Plaza Lavalle con nosotros. Debe estar mejor”…”Si no tiene que pagar la deuda externa, no lo haga, pero páguele a los jubilados. Piense en su Patria. Si lo presionan de afuera salga al balcón y dígalo, que el pueblo lo va a ayudar”

La persecución

Fue arrestada temporalmente en distintas celdas policiales por sus reclamos. Tuvo más de 23 procesos por tirar huevos y harina al Congreso; acumuló muchísimos juicios. En Plaza de Mayo, un fin de año, amenazó con suicidarse. Se enfrentó varias veces con la policía de Corach, saltó vallas y se trepó a las puertas del Congreso y de la CGT. En 1991, durante una marcha a Tribunales, para reclamar que se hicieran efectivas las sentencias que reconocían los reclamos para la actualización de los haberes jubilatorios, le saco la gorra a un policía. Esa foto recorrió el mundo. Aprendió a desnudar las miserias del sistema, eso molestaba a tal punto que en octubre de 1992, Menem declaró públicamente: “Si tienen tanta fuerza para protestar y mandar a policías al hospital, bien podrían tener fuerza para trabajar, y no lo hacen”.

Se solidarizó con otras causas tales como los empleados del Ferrocarril Roca por los sucesivos despidos y manifestó con un grupo de jubilados frente a la Casa de la Provincia de Jujuy. En 1993 viajó para participar junto al perro Santillán del acto del 1 de mayo, a pocos días de ocurrido el Jujeñazo.

En enero de 1996, a los 63 años de edad, fue su última marcha. Falleció el 18 de junio por un cáncer de mama, en su casa de Temperley. Antes de morir, pidió que sus cenizas fueran esparcidas en la Plaza Lavalle.